Corrí. Corrimos todos desesperados ante la explosión que
llego del este. Atónitos, desesperados, farfullando explicaciones que ninguno
se creía, asumimos responsabilidades ontológicas que no le corresponden a las
personas simples. Ahogamos despacio nuestro llanto, un poco en ginebra, otro
poco con la música. Entre solitario a verla traspasando la barrera surreal de
la tv de plasma.
Levanto su cabeza y me miró fijamente. “Este sueño te está
perturbando demasiado” dijo. Y sus ojos estallaron en microscópicas bolitas de
colores.