jueves, 12 de abril de 2012

Claroscuro del óxido en tu vientre,
el exceso de servidumbre funesta
calma la fiebre de la hambruna
y tiñe tus manos repletas de savia.

El ámbar ardiente de tu cáliz cobrizo
ahoga las avispas extasiadas que huyen de mi lengua.

Se hunde el sol en su montaña.

Vuelve a la carga el lobo sediento.
La piel de los naipes en
la noche tísica, desnuda
alegorías de barcos infames y
la vela consumida en despojos
de tormenta de acuarela y sal
corroe espacios fúlgidos
en lechos de niebla.

martes, 3 de abril de 2012


La docta institutriz de Canaan,
con la simpleza propia de una estirpe extinta,
clama ante un sitial descolorido
por la prudencia y la dicha del adorador de Baal.
Anterior a su ruiseñor de piedra fue el castigo
de un valle encadenado.
El principio que repta en sus paredes
es la abolición de su principio.
Y la mansedumbre de sus miembros calla. 

Estepas

Me impacientan los suburbios de la callosidad
esa impenetrable telaraña de masacres micro-orgasmicas
la tentación de la poesía fácil despotrica en las academias
y me niega el placer complejo de vislumbrar a Dios.
La sutileza que requiere mi arte no la encuentro
ni en pasajes gastados ni en heterodoxias vetustas
(nada con cien años de edad puede ser vanguardia)
En vidas contadas tras un velo de anti-solemnidad
en la crudeza de la primera niebla, allí esta esperando
la poesía a quien la cuente. Sin trajes, despedazada,
temblando en su barquito de papel, busca a un perro
flaco que le de refugio entre las letras.