Si ella hubiese sido menos servil a la
insidiosa frescura de los paramos
No podría haberla torturado con la
inflamación doctrinaria
De los ladrones de panacea del
Renacimiento.
Pero surgió en la noche,
Tras un grito desgarrador por el
infortunio
De la rosa roja,
Un cuchillo que acaricio el aire y su
vientre
Y la nocturnidad beso sus pies
Con el miedo en forma de lágrima negra
Cayendo por el borde de su vestido.