Un llamativo espécimen de gruñido desabotonado, indaga en la naturaleza del ruido un sereno traje de antigualla, pero resiste la tentación de probárselo.
¿Sera tan mediocre nuestro fatum que ya no merecemos quemar nuestras retinas en el sol de medianoche? Por mí parte adhiero a la idea de que ya no debemos destemplar las espadas. Si estamos en el medio de una guerra y quedamos a oscuras e indefensos, sin posibilidad alguna de redención porque hasta los dioses se han fugado y los demonios nos han dado las espalda por pura cobardía, no hay otro remedio que limpiarse el sudor con el puño ensangrentado y quemar las naves en pleno desahogo de conciencia bífida. Ni Eros ni Tanatos pueden comprender nuestro placer, ni la búsqueda de nuestro placer. Somos más que tímidas arañas que deambulan por el cosmos, somos fuerza, somos explosión inexplicable y así forjamos nuestro reino. Nosotros hicimos el big bang y los agujeros negros y las singularidades. Cada uno de nosotros es una singularidad. Como tal vive y muere, sobre todo muere, pero no muere mas que para vivir un eterno segundo más en la existencia.
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