no entra un pezesuelo cubierto de alabanzas,
ni por la médula de una espina dorsal sucia
cabiendo diez mil camiones de desintoxicación mundana
se deshilachan y tropiezan en tu sed.
El omnicidio de la conciencia de Dios fue pura ternura
desconfiada, como la madre de un hijo drogadicto.
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