La docta institutriz de Canaan,
con la simpleza propia de una estirpe extinta,
clama ante un sitial descolorido
por la prudencia y la dicha del adorador de Baal.
Anterior a su ruiseñor de piedra fue el castigo
de un valle encadenado.
El principio que repta en sus paredes
es la abolición de su principio.
Y la mansedumbre de sus miembros calla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario